Había una vez una pequeña viejecita que casi estaba ciega y
tenía 3 hijos celosos que querían probar que cada uno de ellos era
el mejor hijo para ella.
El primero le compró una mansión de 15 habitaciones pensando que
sería lo mejor que se le podría ofrecer.
El segundo le compró un Mercedes con un chofer, pensando que
seguramente con este regalo ganaría su aprobación.
El tercero tenía que hacerlo aún mejor, así que le compró una
cotorra instruida, que se le había estado entrenando por 15 años
para que memorizara la Biblia entera; se le podía preguntar
cualquier verso de la Biblia y la cacatúa podía citarlo palabra por
palabra. Éste seguramente iba a ser el mejor regalo.
La dama se dirige al primer hijo:
"Hijo, la casa es bella, pero es demasiado grande para mí. Yo sólo
ocupo una habitación y es demasiado pesado limpiar y encargarse del
resto. Gracias de todos modos".
Va con el segundo hijo:
"El carro es muy lujoso, pero yo casi no salgo y es un desperdicio.
Además, el conductor es un tanto irritante y no me gusta mucho.
Aprecio tu esfuerzo, pero ¿podrías devolverlo?"
Entonces, le habló al tercer hijo:
"¡Hijo, me gustaría darte las gracias por el mejor regalo de todos!
Ese pollo estaba delicioso".